Estar en movimiento, conocer otras culturas, estar conectado en la naturaleza. En los viajes que he hecho y sigo haciendo, estos son elementos fundamentales que me dan satisfacción y me hacen querer más… Esta vez, el plan era recorrer el GR20, el sendero más difícil de Europa, en la isla de Córcega (Francia). Caminata de 16 etapas, por numerosos picos montañosos de más de 2.500 m. La ruta ha sido incluso nombrada la más bella del mundo por Lonely Planet.

Con algo de experiencia en senderismo en mis piernas gracias a las caminatas a Santiago de Compostela, pensé que estaba bien preparado…. Sin embargo, este trekking superó muchos límites para mí en comparación con las experiencias vividas hasta ahora. Las montañas, las vistas, los violentos ascensos y descensos con mochilas llenas a la espalda, al menos entre 7 y 11 horas de caminata al día para llegar al siguiente lugar, los refugios de montaña, sin electricidad, sólo con agua fría, durmiendo bajo un cielo estrellado sin tienda de campaña….. Nunca me había sentido tan cerca de la naturaleza. Como si formara parte de ella. La vida se ralentiza, llegas a la esencia de las cosas. Y entonces, cuando estás a punto de terminar y te plantas en uno de los últimos picos y todas las montañas de las etapas anteriores parecen dibujarse como pirámides en el horizonte, sientes cómo se te pone la piel de gallina en los brazos y se te saltan las lágrimas. Te das cuenta de que ya has dejado atrás todas esas cimas. Las duras y largas jornadas de carrera que ahora se te muestran como un regalo y un logro como un espectáculo demencial de elementos naturales ensartados. El paisaje como telón de fondo de la vida, las cumbres, los valles, pero sobre todo la perspectiva con la que te recompensan. Sobrecoge.

La bolsa con la que corrí pesaba unos 12 kilos, incluidos 2 litros de agua potable. Conocía todos los objetos de mi bolso, que cogí muy a propósito. Las comidas, los zapatos, la ropa que debe ser a la vez ligera y cálida. Es la búsqueda de un confort óptimo durante su viaje, con el mínimo peso posible. Por eso, durante mis viajes me gusta utilizar materiales que aumenten mi comodidad y mejoren mi experiencia de viaje. Debido a la falta de energía durante 16 días, quise utilizar un panel solar ligero para cargar mi smartphone. La razón por la que quería poder cargar mi teléfono era porque funcionaba no sólo en caso de emergencia (si había cobertura), sino también como cámara, bloc de notas, GPS, brújula y, además, contenía los mapas que pudiera necesitar durante el viaje. Por lo tanto, elegí el panel de 6,5 vatios de Mobisun (sucesor es ahora él panel de 30W) con una batería. El panel solar de Mobisun es delgado, ligero e incluye tanto mosquetones como ventosas para poder utilizarlo en cualquier posición o entorno. Durante mi viaje, el panel estaba sujeto a mi mochila. Durante los días de funcionamiento, podía generar mi propia energía solar. Recárguese del poder de la naturaleza, en un entorno deslumbrante. Sentirte poderoso con el equipo mínimo que llevas contigo. ¡El viaje generó energía a todos los niveles!

Con otra gran experiencia enriquecida, me dirigí de vuelta a mi puerto de origen tras el necesario descanso.

Estoy rumiando una nueva aventura.

Margreet Christia
Manos a la obra

¿Cuidar bien la red TIC? CT Group – Externalización de la gestión de sistemas